18 enero 2007

Los días que pasan


Una gran habitación, en la mañana, sol que entra por una ventanita cuadrada iluminando alegre el piso, que ironía. Las murallas tan amarillas y gastadas y vueltas a pintar y a destruir, como en la vida, un refaccionamiento continuo del interior, para que de alguna forma ayude a la pena, ayude la visión de esa habitación amarilla refulgente, que se ilumina aún más con la luz de mañana que entra por la ventanita cuadrada, que permite la entrada de aire para que él pueda respirar. Y pensar que tapió todas las ventanas de la casa, pero no aquella, porque a esa hora de la mañana iluminaba un rincón de la habitación que...

Y como dejar pasar los días, como dejar que ellos pasen, lento o rápido quizás, para qué dejar que el tiempo pase como él lo hacía, como él había dejado pasar toda una vida así, y ahora que estaba sentado en ese enorme sillón de madera, sólo se dedicaba a mirar el recorrido de la luz amarilla por todo su mundo triangular. O talvez no era lo único que hacía; una chimenea olvidada era un gran espectáculo, otra alternativa de luz, que para verla encendida esperaba la llegada del frío excusa para prender esas enormes llamas rojo salmón que bailaban en mil formas por las murallas hinchando su cara de calurosa felicidad, hasta que las formas comenzaban a repetirse y él añoraba los días de claridad, y la vuelta de la luz siempre cuadrada que recorría alegre la habitación.

En las noches oscuras escondía su cara bajo el manto y cerraba los ojos imaginando la habitación de día e iluminada. Pero cuando salía la luna hasta se acercaba un poco más a la ventana y con su pie dibujaba el contorno difuso de la luz azul que entraba por ella. Y se ponía nostálgico, y a veces lloraba, porque...

Entonces no había razón para sentarse a pensar acerca de cómo fueron los días pasados. Esos días que podrían haber sido de otra forma pero para que cambiarlos, si al final habría terminado sentado en el mismo sillón, en esa habitación amarilla de esa casa que no le pertenecía. Porque no importa como pasaron las cosas o el orden en que fueron sucediendo ya que un orden diferente no cambiaba el producto, el producto de su vida, ¿cuál era?. Y no veía que al final de sus días eternos había obtenido la capacidad de indicarle a la luz el camino a seguir por las superficies, como ventana, o como llama, o como luna, o como...

Todos los días una mujer entra a su habitación y la limpia; lo enoja cuando entorpece el camino de sus luces, pero no puede evitarlo. Entonces mira su vestido e intenta buscar luz en la tela negra, y la encuentra en esas líneas blancas que dibujan formas, para luego buscar donde comienzan las líneas para poder seguirlas con la mirada y ver donde terminan de dibujar el vestido; pero ella deja de barrer y se retira.

Una brisa entra por la ventanita y lo refresca. Cierra los ojos y siente hilos de aire recorriendo su cara, dibujando mil formas que luego comienzan a repetirse y él desea que cierren la ventana para concentrarse nuevamente en...

Entonces la mujer vuelve y sacude la habitación. Recorre las mesitas repletas de figuras de madera y quita el polvo. Odia esa labor, ese continuo sacudir lo que entra por esa ventana a veces abierta...y para qué, si nadie más que ella ve la limpieza, pero que le va a hacer, es su trabajo y así ha sido siempre, desde antes que el viejo escultor muriera sentado en aquella habitación, en soledad, con la mirada perdida... mirada que había sido capaz de plasmar en aquel hermoso tallado de si mismo en los últimos días, esa figura de madera con aire melancólico, que extrañamente se calienta con la chimenea encendida o se enfría con la ventana abierta. Entonces recuerda la ventana y el polvo que por ella entra, y la cierra.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los días que pasan, perderse, dejarse vivir, observar la luz, transformarse en flecha, nunca en arco. Diluirse en un pequeño refugio de felicidad inexistente, solo una pequeña tibieza de otro mundo, un exquisito instante de sol, infinito, mas infinito que la propia vida, perpetuado por un artesano, que no buscaba mas que un pequeño salto al vacío, para no caer jamas....
Desde el fondo del pozo, solo vine a decir miau, como cuando creí que era un gato, al final solo fui un pelo de gato, flotando por ahí.

Anónimo dijo...

¡Qué hermoso Carla! es un texto lleno de imágenes oníricas, lleno de sensaciones. Dices que quieres ver más allá; y creo que si, que desde ya eres de esas personas que ven más allá que el común de la gente.
Perdón por volver a escribir aquí. Es inevitable que quiera saber de ti. Y veo que tus cambios metamorfoseantes están generando una hermosa mariposa, de grandes alas....me alegro por ti...